Pese a que la respuesta de ansiedad es una respuesta común, normal, en nuestro organismo, a muchas personas sentirla les produce un temor especial. Cuando experimentamos esas sensaciones de respuesta de huida y/o ataque, nuestro cerebro busca insistentemente un peligro externo que explique dichas sensaciones (en las que las físicas son unas de ellas). Al no encontrar ninguna amenaza ni fuente de peligro, no lo entendemos el por qué de su aparición e interpretamos, entonces, que su presencia corresponde a un peligro físico inminente como podría ser: me estoy muriendo, va a darme algo (malo, desde luego), voy a perder el control, me voy a desmayar, etcétera. Es compresible el temor que se siente ante dichas interpretaciones de los síntomas que experimentamos y la imposibilidad de encontrar las causas que las provocan. A su vez este temor, que se traduce en miedo o pánico, va a generar más síntomas en nuestro sistema nervioso, por lo que va a producir más temor, creándose así una cadena: miedo, síntomas, miedo, síntomas.... Es lo que llamamos 'el círculo vicioso de la ansiedad'; círculo que se autroalimenta generando una escalada de síntomas hasta llegar, en algunos casos, al ataque de ansiedad (ataque de pánico, ataque de angustia).
Por lo tanto, es imprescindible la información de cómo funciona nuestro sistema nervioso cuando se ha dado una respuesta de huida y tener claro que los síntomas que se experimentan son absolutamente inofensivos (aunque poco o nada agradables) y que si esto no lo tengo absolutamente claro, lo más probable es que el cuerpo aprenda que esos síntomas son en sí mismos una amenaza de peligro (al ser desagradable lo vivido, no quiero volverlo a sentir) por lo que va a volver a reproducir una respuesta de huida con el agravante que del cuerpo y de lo que se siente, no se puede escapar, entrando en el ya nombrado 'círculo vicioso de la ansiedad'.