20 de agosto de 2012

'Lo necesito'

Cuántas veces confundimos lo que queremos con lo que necesitamos. Las necesidades son básicas, imprescindibles para vivir. Lo que queremos son 'adornos', cosas que mejoran la vida.
Debemos tener metas, ilusiones, deseos, querencias. Hay que recordar que estas lo que harán será impulsarme a mejorar, a esforzarme. Algunas de ellas tendrán que ver sólo con mi esfuerzo: que mejore en mi trabajo o en mi forma de ser, depende sólo de mi, de mi querer hacerlo mejor. Otras, en cambio, dependerán de otras personas o incluso del azar: conseguir un mejor puesto de trabajo depende de mi, de mi buen hacer, pero también dependerá de cómo los otros compañeros también hagan su trabajo (no es una carrera en solitario). Que consiga tener un amor en mi vida, dependerá de mi pero también de que la vida me ponga por delante una persona que, como yo, quiera vivir el amor y que ocurra que ambos nos enamoremos. Vaya...muchas cosas tienen que darse.
Pero es más, conseguir lo que deseamos no necesariamente va ligado a la felicidad. Puede que me sienta feliz por el logro, por haber alcanzado la meta. Pero una vez alcanzada ¿me hace feliz? ¿mejora mi vida? A veces si. A veces no, para nuestra decepción.
Si confundimos querer con necesitar, hacemos que nuestra vida se llene de una sensación de infelicidad constante. Sentimos que nuestra vida no es la que desearíamos vivir. Y en vez de disfrutar de las cosas que ya he logrado me desespero y sufro por las que no he logrado o aún no he logrado. Por lo que viviré en un estado de insatisfacción.
¿Tengo lo que necesito para vivir? esa sería la pregunta adecuada. Una vez tengo cubiertas estas necesidades sería cuando debemos esmerarnos en adornarla con nuestras ilusiones, metas y deseos, los 'adornos' que mejoran la vida. Sin esos 'adornos' puedo vivir bien pero viviré mejor si consigo poner muchos adornos en ella.

3 de julio de 2012

Teambuilding: aprendiendo de equipos, liderazgo y pan

El 27 de junio de 2012 realicé un teambulding en la empresa Indenova de Valencia. La empresa estaba realizando un curso de formación con un grupo de empleados (son jóvenes, informáticos y eficaces en su trabajo) donde se han trabajado, sobre todo, fortalezas personales y detectar las debilidades para que estas no se conviertan en frenos profesionales.
Con esto, se me propuso hacer un teambuilding. Y acepté: trabajaríamos los equipos, el liderazgo personal pero en un taller de cocina: haciendo pan. Dado que el tema es ajeno a sus competencias (sólo una persona había intentado hacer pan en su casa) permite mucha flexibilidad y asegura la diversión y homogeneiza el grupo.
Con unos propósitos marcados, unas metas y una forma de trabajo diferente a lo que habían experimentado en las horas de formación, me dispuse a realizarlo.
El grupo, 12 personas, con buena disposición y que se afanaron en todo lo que se les propuso sin oponer resistencia.
El resultado (aunque falta el feedbak) fue gratificante: divertido, con muy buena colaboración y donde, al final, se les plantean unas cuestiones para que reflexionen sobre el taller. Elaborar pan era la excusa. Además ¿qué han descubierto?
Mi idea que cocina y teambuilding o coaching podrían unirse, se ha concretado. 
Gracias a la empresa Indenova y su RRHH Mª Amparo Ros, que confiaron en mi proyecto y que me permitieron ponerlo en marcha.

17 de junio de 2012

Taller de pan 'Contigo pan y sentidos'

Y claro, os preguntaréis ¿cómo que un taller de pan en un blog de psicología?. Bueno, una de mis aficiones es la cocina y la elaboración de pan casero. Un día pensé que hacer pan juega y desarrolla muchos aspectos psicológicos. Así que cuando surgió la oportunidad, ni me lo pensé. Agradezco a todas aquellas personas que pensaron que era interesante y me animaron y aquellas que me facilitaron las cosas para que se hiciera posible.
Con esta buena compañía, una escuela de cocina de Valencia (Food & Fun) apostó por mi taller de pan llamado 'Contigo pan y sentidos' (gracias a Paco Alonso que le dió cobertura).
Con la excusa de aprender a elaborar pan (que lo aprendieron) pudimos trabajar los sentidos olvidados: el olfato, el tacto, el gusto (la vista es un sentido tan potente que con ella es con la que más nos integramos en el mundo). Aprendieron a detectar por el tacto las necesidades de la masa. Trabajaron de forma individual pero también en grupo (una masa de pan que hicimos de forma colectiva con un amasado algo más complejo y nos turnábamos al hacerlo), descubrimos la mejora del ánimo por medio de la superación, la recompensa, la confianza. Trabajamos la autoestima, la creatividad, la cooperación, la superación, la perseverancia. 
Estoy segura que el taller no sólo sirvió para aprender a hacer pan casero sin complicaciones sino que a tod@s nos sirvió para crecer.
Gracias por una tarde deliciosa. Espero que repitamos ¿si?

3 de junio de 2012

Cuando las cosas van mal

Cuando las cosas van mal nos es difícil ver y disfrutar las cosas que si nos van bien: tendemos a emborronar todas las cosas que nos rodean, a verlas bajo el prisma del malestar.Tendemos a no darle importancia a aquello que va bien (como si que las cosas fueran bien fuera lo normal. No lo es. Lo normal es que vayan bien... y que vayan mal). Sólo focalizamos nuestra atención en lo que no va bien. Nuestra mirada sólo se dirige hacia estas cosas que no andan bien. ¿Para solucionarlo? eso sería fantástico. Pero si sólo miramos lo que nos va mal, el estado de ánimo que nos produce esto es tan malo que rara vez tenemos la energía necesaria para superar el problema, para superar-mejorar lo que va mal. Para estar combitivos, enérgicos, nuestro estado de ánimo debe ser impecable y esto es difícil si sólo miramos lo que nos preocupa y no valoramos lo que tenemos.
Pensar en disfrutar, estar bien, sólo cuando todo en nuestra vida nos va a nuestro gusto, es privarnos de disfrutar de todo lo bueno que tenemos. Tal vez las cosas no sean como nos gustarían. Tal vez todas las cosas que nos importan no nos van bien al mismo tiempo. Pero estar sólo bien cuando todo, todo, todo va bien al mismo tiempo va a hacer que pocas veces, pocos días tengamos la sensación de bienestar que nos produce ver que algo nos va bien.
Un aprendizaje vital consiste en saber apreciar lo que nos va bien, disfrutarlo y felicitarnos por ello, aunque otras cosas no nos vayan tan bien o incluso nos vayan mal. 
Es tan difícil que todo nos vaya bien como que nos toque la lotería, la primitiva, las quinielas y el euromillón el mismo día. ¿Verdad que nunca esperarías a que esto ocurriera para disfruar de lo que si te hubiera tocado? ¿verdad que te parece ilógico esperar a disfrutar de un premio hasta que te tocaran los otros premios? Pues eso mismo debes aplicarlo a tu vida.

20 de mayo de 2012

Los cambios

Si hay algo que nos atemoriza eso son los cambios.
El cambio provoca una diferencia de condiciones, de circunstancias y, por lo tanto, un esfuerzo por nuestra parte de adaptarnos a ellos: deberemos utilizar diferentes habilidades, diferentes comportamientos y estos darán diferentes resultados. Todo ese cúmulo de incertidumbres (¿serán buenos mis comportamientos? ¿darán buenos resultados? ¿sabré adaptarme a las nuevas circunstancias?) suelen provocar estrés.
Aunque muchas veces deseamos que nuestras vidas cambien, cuando eso ocurre nos estresamos. Sentimos una serie de emociones que en sí no son buenas ni malas. Todo depende de cómo etiquete eso que estoy experimentando. Si esa inquietud, ese 'no saber', ese estar en un campo desconocido (o no tan conocido como lo que ha sido lo habitual en nuestras vidas) lo etiquetamos como un cambio positivo, aunque tengamos estrés este lo sentiremos como un conjunto de sensaciones positivas. Por ejemplo, es indudable que un cambio de trabajo, un cambio en la situación personal (como contraer matrimonio o decidir convivir con la pareja) son cambios que etiquetamos como algo positivo en nuestras vidas. Por ello, las sensaciones de inquietud, nervios, incertidumbre... que seguro experimentaremos, las sentiremos como positivas.
En cambio, si el cambio que experimentamos lo etiquetamos como un cambio negativo o no deseable (un despido, una separación de nuestra pareja, etcétera) aunque lo que sentimos es idéntico a lo que sentiríamos en las anteriores situaciones, esta vez las sensaciones que experimentemos, las sentiremos como algo negativo.
Resumiendo, sentir no es bueno ni malo. Es. Nosotros etiquetaremos si eso que sentiremos es positivo porque emana de un cambio deseable o es negativo porque lo hace de un cambio no deseable.

13 de mayo de 2012

Viajar en el tiempo

La única parte de nuestro cuerpo que si tiene la facultad de viajar en el tiempo es nuestra mente: con ella viajamos al pasado, recordando, revisando lo que nos sucedió, lo que vivimos. Con ella también viajamos al futuro elucubrando, haciendo previsiones e incluso fantaseando con situaciones que no hemos vivido.
A todos nos gusta tener una sensación de control, de saber qué hacer y qué va a ocurrir sin tener muchas posibilidades de errar. La mente nos ayuda a hacer buenos balances para tomar decisiones. 
El problema surge cuando damos algunos pasos más. Cuando, al revisar el pasado, nos dedicamos a torturarnos porque algo salió mal, a reprocharnos el no haberlo hecho de otra forma. O cuando al mirar hacia el futuro nuestros supuestos, se convierten en certezas ('seguro que ocurre...'). Si estas certezas son positivas (auguramos cosas buenas) nuestro ánimo presente  se esponja, nos sentimos bien y sentimos deseos de andar hacia delante. Si estas certezas son negativas (pensamos que nos van a pasar cosas negativas) nuestro presente se nubla: tenemos sentimientos negativos, nuestro ánimo decae y nos paralizamos porque andar supone ir hacia ese futuro que tememos.
Es cuando aprender a utilizar correctamente nuestra capacidad cognitiva (de pensamiento) se hace necesaria: nos merecemos una vida buena y para ello, nuestro pensamiento debe ser una aliado, no un problema.
La terapia no sólo sirve para aquellas personas que tienen un diagnóstico clínico, aquellas que sufren cualquier tipo de trastorno, sino que también puede ayudar a que nuestra vida sea más sana aprendiendo a utilizar más correctamente nuestra mente. La terapia no sólo mejora, sino que desarrolla, nos hace crecer.

31 de enero de 2012

¿Qué es la actitud?

La actitud es la forma que tenemos de mirar la vida, el cristal a través del cual miramos lo que nos rodea. Es lo que nos hará interpretar la vida, las situaciones, de una forma determinada. Pese a que parece que esta actitud viene con nosotros, desde el nacimiento, lo cierto es que la hemos aprendido.
No somos conscientes de cuando, ni dónde, ni quien nos enseñó a mirar de determinada manera. Pero el hecho es que aprendimos.
Hasta aquí no habría problemas si no fuera porque esa actitud, esa forma de mirar la vida nos va a ayudar, favorecer, hacer que nuestra vida destile positividad o bien nos dificulte, nos angustie e incluso nos paralice por el miedo que nos produce.
Pensar es gratis: da igual pensar de una forma más positiva o menos positiva. Al final, lo que tenga que ser será. Pero si en la espera, hasta que ocurra lo que quiera que sea, estoy bien, mi emoción, mi vida, mis sensaciones serán más positivas que si auguro lo peor y cuando aún no ha pasado nada, me siento angustiada, inundada por el miedo y paralizada ante lo que se me avecina. Aquí es donde entra en juego la actitud.
No puedo controlar mi vida al milímetro y claro que me pueden pasar cosas malas (de hecho me pasan) y puedo estar recordando constantemente lo malo que me ha ocurrido (con lo que mal vivo mi presente) o puedo estar constantemente pensando en lo malo que me podrá ocurrir (con lo que mal vivo mi presente). Lo único que tengo es el presente: el pasado ya se fue y el futuro no ha llegado. Si mi presente lo mal vivo ¿qué me queda? viviré con angustia, estaré atenazada por el miedo y, sobre todo, será muy complicado que me atreva a lanzarme a nuevos proyectos porque estaré con una energía limitada debido al desgaste que tengo por todo el malestar que siento.
El plantearnos que podemos cambiar nuestra actitud, nuestra forma de ver el mundo es un reto personal que conlleva esfuerzo, empeño y mucho tesón. Lo bueno es que no es imposible. Teniendo la ayuda de un buen profesional que nos ayude a contemplar nuestras creencias (entramado que conforma nuestra actitud ante la vida), revisarlas, actualizarlas, ponerlas en cuestión, nos permitirá realizar una transformación de dicho entramado, de ese conjunto de creencias que nos hace vivir la vida de una manera dolorosa, a otra más funcional.
Animarte a cambiar la actitud, animarte a cambiar ese conjunto de creencias que te atenaza y te hace sufrir la vida, es animarte a mejorar tu vida y tu estado de ánimo. Apuntarte a una mejora personal es conseguir un crecimiento personal.

26 de enero de 2012

¿A qué le tengo miedo?

¿Qué es lo que me produce miedo? ¿por qué a veces tengo miedo a cosas que no son objetivamente temibles?
Es normal tener miedo a ciertas situaciones, objetos, etcétera porque en nuestra información transmitida a través de la palabra, el aprendizaje vicario (lo que hemos visto que les ha ocurrido a otros) o el aprendizaje directo (nuestra propia experiencia) tenemos interiorizado que ponen en peligro nuestra integridad física, nuestra vida. El fuego, las fieras salvajes, las armas, nos suelen poner en alerta porque 'sabemos' que ponen en peligro nuestra integridad física. Por lo tanto vemos normal que se nos dispare el sistema nervioso y se nos precipite la respuesta de ataque o huida para ponernos a salvo.
El problema viene cuando esta misma respuesta aparece en situaciones que sabemos que no son amenazantes: conducir, andar por la calle, los perros, alejarnos de nuestra casa, la oscuridad... Cuando ante estas situaciones se nos dispara el sistema nervioso, no sentimos que objetivamente debamos tener miedo por lo que la explicación será que algo anda mal en mi. Las sensaciones físicas y psíquicas que acompañan a esa respuesta de ataque o huida se interpretan como síntomas, como la manifestación de algo que ocurre en nuestro interior. Entonces no sólo tendré miedo a esas situaciones sino también a las sensaciones que siento en mi cuerpo: tendré ansiedad por tener ansiedad. Aquí es donde se dará el 'círculo vicioso de la ansiedad', un aumento de la ansiedad por tener ansiedad, un miedo a sentir miedo. Un efecto multiplicativo de la ansiedad.
Es entonces donde por medio de la terapia se debe dar sentido a todo este proceso, romper el círculo vicioso y así irán remitiendo los síntomas, es decir, el sistema nervioso se irá calmando cuando entienda que no es necesario disparar la respuesta de ataque o huida porque realmente nuestra integridad física no se ve expuesta y no siento miedo ante los síntomas físicos que voy experimentando.

22 de enero de 2012

Cuando sientes, has pensado.

Tenemos la sensación que lo que sentimos viene de fuera de nosotros: el otro me pone nervioso, me enfada, me hace sentir mal, me agobia, me alegra, me hace feliz... No voy a negar que desde fuera nos vienen los estímulos que sentimos pero se necesita de nosotros para que ese estímulo se convierta en sensaciones. Tenemos que interpretar lo que vivimos para sentirlo. Sólo los arcos reflejos no necesitan de nuestra interpretación: un pellizco duele pensemos o no.
Cuando nos ocurre algo, vivimos algo, ahí está nuestra mente interpretando, sacando conclusiones, buscando en nuestra memoria experiencias anteriores, hablándonos sobre lo ocurrido o, más allá, de lo que ocurrirá. Y debido a todo este diálogo interior es por el que sentimos.
Ante un mismo hecho, si pensamos cosas diferentes, nuestro sentimiento será diferente. Ante un mismo suceso si hemos o no tenido experiencias previas, nuestros sentimientos serán diferentes.
Nuestra mente intenta ayudar; aunque a veces lejos de hacerlo, nos aturde, nos provoca tal cascada de malas sensaciones y sentimientos que nos paraliza. Su misión es ser rápida, acudir en nuestra ayuda al instante. Para ello ha ido realizando automatismos que agilizan su velocidad: cuando algo lo he vivido y repetido (de forma más o menos idéntica) la mente lo automatiza, lo registra de tal manera que sin parecer que pensamos, nos habla y de esa información sentimos, actuamos.
Pensemos en el acto de conducir: cuando somos novatos, la mente (la parte audible de nuestro cerebro) la oímos hablarnos, dándonos órdenes de qué debemos hacer para conducir correctamente. Este diálogo es de tal calibre que no podemos atender a otros estímulos: no escuchamos la radio, no vemos el paisaje, no podemos conversar con los otros pasajeros. Cuando este acto de conducir lo repetimos y repetimos, nuestra mente lo pasa a un automatismo, de tal manera que nos deja la mente (la zona audible de nuestro cerebro) libre para pensar en otras cosas que conducir, mirar el paisaje, conversar con los pasajeros, escuchar la música de nuestro equipo, sin que por ello nuestra conducción sufra ningún detrimento.
¿Cómo lo hace? Desde otra zona, más oculta, no audible, nos manda las instrucciones necesarias para que nuestra conducción sea eficaz. Por eso, a veces, llegamos a nuestro destino sin sentir que hemos conducido o no sabemos en qué marcha vamos si nos lo preguntaran.
Estos automatismos nos facilitan la vida, nos permiten no tener que estar en constante diálogo interior para saber qué hacer, cómo hacerlo y qué consecuencias tendrá. Nos libra de tener que ser conscientes de muchas actividades cotidianas: lavarnos los dientes, ducharnos, poner la cafetera, coger el ascensor, conducir, cerrar el gas, cerrar la puerta de casa, la del coche...
Pero por ese mismo sistema de automatizar series de pensamientos que nos llevan a realizar una acción o provocarnos una emoción y que agilizan nuestra vida, la mente también automatiza otros pensamientos que no facilitan nuestra vida, más bien nos la perjudican. La mente no tiene criterio para decidir qué es funcional o no para nuestras vidas: sólo siente que lo repite, por lo tanto decide ¡debe ser útil!
De esta forma se van integrando en nuestro repertorio de automatismos, redes de pensamientos (pensamientos enlazados) negativos (que nos provocan malestar) y que van a aparecer de forma automática (sin que medie nuestra voluntad) cada vez que la situación se parezca a aquellas que dieron origen al automatismo.
Hablaremos de estos pensamientos negativos y de qué podemos hacer con ellos en el próximo post.

16 de enero de 2012

La publicidad

Hoy es el día y este es el año que he decidido no publicitarme: ni Páginas Amarillas ni QDQ, ni papel ni nada por el estilo.
Llevo 22 años publicitándome en estos medios y rara vez me ha servido para aumentar mis consultas. Reconozco que es un medio para quien me busque me encuentre, pero dudo que alguien elija su psicólogo clínico, ante quien va a desnudar su alma, en una publicaciones como estas. Son medios útiles para buscar un electricista de urgencia, un técnico que repare algún electrodoméstico y dónde queda el taller más cercano. Pero cuando se trata de salud, el boca a boca y las recomendaciones siguen primando.
Se que tengo un poco abandonado el blog, pero este es el momento que retomo con energía renovada el seguir escribiendo. No se si temas teóricos o pasar más a reflexiones terapeúticas.
Espero que quien me busque me siga encontrando.
Saludos y hasta una nueva y pronta entrada.