Cuántas veces confundimos lo que queremos con lo que necesitamos. Las necesidades son básicas, imprescindibles para vivir. Lo que queremos son 'adornos', cosas que mejoran la vida.
Debemos tener metas, ilusiones, deseos, querencias. Hay que recordar que estas lo que harán será impulsarme a mejorar, a esforzarme. Algunas de ellas tendrán que ver sólo con mi esfuerzo: que mejore en mi trabajo o en mi forma de ser, depende sólo de mi, de mi querer hacerlo mejor. Otras, en cambio, dependerán de otras personas o incluso del azar: conseguir un mejor puesto de trabajo depende de mi, de mi buen hacer, pero también dependerá de cómo los otros compañeros también hagan su trabajo (no es una carrera en solitario). Que consiga tener un amor en mi vida, dependerá de mi pero también de que la vida me ponga por delante una persona que, como yo, quiera vivir el amor y que ocurra que ambos nos enamoremos. Vaya...muchas cosas tienen que darse.
Pero es más, conseguir lo que deseamos no necesariamente va ligado a la felicidad. Puede que me sienta feliz por el logro, por haber alcanzado la meta. Pero una vez alcanzada ¿me hace feliz? ¿mejora mi vida? A veces si. A veces no, para nuestra decepción.
Si confundimos querer con necesitar, hacemos que nuestra vida se llene de una sensación de infelicidad constante. Sentimos que nuestra vida no es la que desearíamos vivir. Y en vez de disfrutar de las cosas que ya he logrado me desespero y sufro por las que no he logrado o aún no he logrado. Por lo que viviré en un estado de insatisfacción.
¿Tengo lo que necesito para vivir? esa sería la pregunta adecuada. Una vez tengo cubiertas estas necesidades sería cuando debemos esmerarnos en adornarla con nuestras ilusiones, metas y deseos, los 'adornos' que mejoran la vida. Sin esos 'adornos' puedo vivir bien pero viviré mejor si consigo poner muchos adornos en ella.
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