Si hay algo que nos atemoriza eso son los cambios.
El cambio provoca una diferencia de condiciones, de circunstancias y, por lo tanto, un esfuerzo por nuestra parte de adaptarnos a ellos: deberemos utilizar diferentes habilidades, diferentes comportamientos y estos darán diferentes resultados. Todo ese cúmulo de incertidumbres (¿serán buenos mis comportamientos? ¿darán buenos resultados? ¿sabré adaptarme a las nuevas circunstancias?) suelen provocar estrés.
Aunque muchas veces deseamos que nuestras vidas cambien, cuando eso ocurre nos estresamos. Sentimos una serie de emociones que en sí no son buenas ni malas. Todo depende de cómo etiquete eso que estoy experimentando. Si esa inquietud, ese 'no saber', ese estar en un campo desconocido (o no tan conocido como lo que ha sido lo habitual en nuestras vidas) lo etiquetamos como un cambio positivo, aunque tengamos estrés este lo sentiremos como un conjunto de sensaciones positivas. Por ejemplo, es indudable que un cambio de trabajo, un cambio en la situación personal (como contraer matrimonio o decidir convivir con la pareja) son cambios que etiquetamos como algo positivo en nuestras vidas. Por ello, las sensaciones de inquietud, nervios, incertidumbre... que seguro experimentaremos, las sentiremos como positivas.
En cambio, si el cambio que experimentamos lo etiquetamos como un cambio negativo o no deseable (un despido, una separación de nuestra pareja, etcétera) aunque lo que sentimos es idéntico a lo que sentiríamos en las anteriores situaciones, esta vez las sensaciones que experimentemos, las sentiremos como algo negativo.
Resumiendo, sentir no es bueno ni malo. Es. Nosotros etiquetaremos si eso que sentiremos es positivo porque emana de un cambio deseable o es negativo porque lo hace de un cambio no deseable.
El cambio provoca una diferencia de condiciones, de circunstancias y, por lo tanto, un esfuerzo por nuestra parte de adaptarnos a ellos: deberemos utilizar diferentes habilidades, diferentes comportamientos y estos darán diferentes resultados. Todo ese cúmulo de incertidumbres (¿serán buenos mis comportamientos? ¿darán buenos resultados? ¿sabré adaptarme a las nuevas circunstancias?) suelen provocar estrés.
Aunque muchas veces deseamos que nuestras vidas cambien, cuando eso ocurre nos estresamos. Sentimos una serie de emociones que en sí no son buenas ni malas. Todo depende de cómo etiquete eso que estoy experimentando. Si esa inquietud, ese 'no saber', ese estar en un campo desconocido (o no tan conocido como lo que ha sido lo habitual en nuestras vidas) lo etiquetamos como un cambio positivo, aunque tengamos estrés este lo sentiremos como un conjunto de sensaciones positivas. Por ejemplo, es indudable que un cambio de trabajo, un cambio en la situación personal (como contraer matrimonio o decidir convivir con la pareja) son cambios que etiquetamos como algo positivo en nuestras vidas. Por ello, las sensaciones de inquietud, nervios, incertidumbre... que seguro experimentaremos, las sentiremos como positivas.
En cambio, si el cambio que experimentamos lo etiquetamos como un cambio negativo o no deseable (un despido, una separación de nuestra pareja, etcétera) aunque lo que sentimos es idéntico a lo que sentiríamos en las anteriores situaciones, esta vez las sensaciones que experimentemos, las sentiremos como algo negativo.
Resumiendo, sentir no es bueno ni malo. Es. Nosotros etiquetaremos si eso que sentiremos es positivo porque emana de un cambio deseable o es negativo porque lo hace de un cambio no deseable.
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