La actitud es la forma que tenemos de mirar la vida, el cristal a través del cual miramos lo que nos rodea. Es lo que nos hará interpretar la vida, las situaciones, de una forma determinada. Pese a que parece que esta actitud viene con nosotros, desde el nacimiento, lo cierto es que la hemos aprendido.
No somos conscientes de cuando, ni dónde, ni quien nos enseñó a mirar de determinada manera. Pero el hecho es que aprendimos.
Hasta aquí no habría problemas si no fuera porque esa actitud, esa forma de mirar la vida nos va a ayudar, favorecer, hacer que nuestra vida destile positividad o bien nos dificulte, nos angustie e incluso nos paralice por el miedo que nos produce.
Pensar es gratis: da igual pensar de una forma más positiva o menos positiva. Al final, lo que tenga que ser será. Pero si en la espera, hasta que ocurra lo que quiera que sea, estoy bien, mi emoción, mi vida, mis sensaciones serán más positivas que si auguro lo peor y cuando aún no ha pasado nada, me siento angustiada, inundada por el miedo y paralizada ante lo que se me avecina. Aquí es donde entra en juego la actitud.
No puedo controlar mi vida al milímetro y claro que me pueden pasar cosas malas (de hecho me pasan) y puedo estar recordando constantemente lo malo que me ha ocurrido (con lo que mal vivo mi presente) o puedo estar constantemente pensando en lo malo que me podrá ocurrir (con lo que mal vivo mi presente). Lo único que tengo es el presente: el pasado ya se fue y el futuro no ha llegado. Si mi presente lo mal vivo ¿qué me queda? viviré con angustia, estaré atenazada por el miedo y, sobre todo, será muy complicado que me atreva a lanzarme a nuevos proyectos porque estaré con una energía limitada debido al desgaste que tengo por todo el malestar que siento.
El plantearnos que podemos cambiar nuestra actitud, nuestra forma de ver el mundo es un reto personal que conlleva esfuerzo, empeño y mucho tesón. Lo bueno es que no es imposible. Teniendo la ayuda de un buen profesional que nos ayude a contemplar nuestras creencias (entramado que conforma nuestra actitud ante la vida), revisarlas, actualizarlas, ponerlas en cuestión, nos permitirá realizar una transformación de dicho entramado, de ese conjunto de creencias que nos hace vivir la vida de una manera dolorosa, a otra más funcional.
Animarte a cambiar la actitud, animarte a cambiar ese conjunto de creencias que te atenaza y te hace sufrir la vida, es animarte a mejorar tu vida y tu estado de ánimo. Apuntarte a una mejora personal es conseguir un crecimiento personal.
No somos conscientes de cuando, ni dónde, ni quien nos enseñó a mirar de determinada manera. Pero el hecho es que aprendimos.
Hasta aquí no habría problemas si no fuera porque esa actitud, esa forma de mirar la vida nos va a ayudar, favorecer, hacer que nuestra vida destile positividad o bien nos dificulte, nos angustie e incluso nos paralice por el miedo que nos produce.
Pensar es gratis: da igual pensar de una forma más positiva o menos positiva. Al final, lo que tenga que ser será. Pero si en la espera, hasta que ocurra lo que quiera que sea, estoy bien, mi emoción, mi vida, mis sensaciones serán más positivas que si auguro lo peor y cuando aún no ha pasado nada, me siento angustiada, inundada por el miedo y paralizada ante lo que se me avecina. Aquí es donde entra en juego la actitud.
No puedo controlar mi vida al milímetro y claro que me pueden pasar cosas malas (de hecho me pasan) y puedo estar recordando constantemente lo malo que me ha ocurrido (con lo que mal vivo mi presente) o puedo estar constantemente pensando en lo malo que me podrá ocurrir (con lo que mal vivo mi presente). Lo único que tengo es el presente: el pasado ya se fue y el futuro no ha llegado. Si mi presente lo mal vivo ¿qué me queda? viviré con angustia, estaré atenazada por el miedo y, sobre todo, será muy complicado que me atreva a lanzarme a nuevos proyectos porque estaré con una energía limitada debido al desgaste que tengo por todo el malestar que siento.
El plantearnos que podemos cambiar nuestra actitud, nuestra forma de ver el mundo es un reto personal que conlleva esfuerzo, empeño y mucho tesón. Lo bueno es que no es imposible. Teniendo la ayuda de un buen profesional que nos ayude a contemplar nuestras creencias (entramado que conforma nuestra actitud ante la vida), revisarlas, actualizarlas, ponerlas en cuestión, nos permitirá realizar una transformación de dicho entramado, de ese conjunto de creencias que nos hace vivir la vida de una manera dolorosa, a otra más funcional.
Animarte a cambiar la actitud, animarte a cambiar ese conjunto de creencias que te atenaza y te hace sufrir la vida, es animarte a mejorar tu vida y tu estado de ánimo. Apuntarte a una mejora personal es conseguir un crecimiento personal.
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