31 de enero de 2012

¿Qué es la actitud?

La actitud es la forma que tenemos de mirar la vida, el cristal a través del cual miramos lo que nos rodea. Es lo que nos hará interpretar la vida, las situaciones, de una forma determinada. Pese a que parece que esta actitud viene con nosotros, desde el nacimiento, lo cierto es que la hemos aprendido.
No somos conscientes de cuando, ni dónde, ni quien nos enseñó a mirar de determinada manera. Pero el hecho es que aprendimos.
Hasta aquí no habría problemas si no fuera porque esa actitud, esa forma de mirar la vida nos va a ayudar, favorecer, hacer que nuestra vida destile positividad o bien nos dificulte, nos angustie e incluso nos paralice por el miedo que nos produce.
Pensar es gratis: da igual pensar de una forma más positiva o menos positiva. Al final, lo que tenga que ser será. Pero si en la espera, hasta que ocurra lo que quiera que sea, estoy bien, mi emoción, mi vida, mis sensaciones serán más positivas que si auguro lo peor y cuando aún no ha pasado nada, me siento angustiada, inundada por el miedo y paralizada ante lo que se me avecina. Aquí es donde entra en juego la actitud.
No puedo controlar mi vida al milímetro y claro que me pueden pasar cosas malas (de hecho me pasan) y puedo estar recordando constantemente lo malo que me ha ocurrido (con lo que mal vivo mi presente) o puedo estar constantemente pensando en lo malo que me podrá ocurrir (con lo que mal vivo mi presente). Lo único que tengo es el presente: el pasado ya se fue y el futuro no ha llegado. Si mi presente lo mal vivo ¿qué me queda? viviré con angustia, estaré atenazada por el miedo y, sobre todo, será muy complicado que me atreva a lanzarme a nuevos proyectos porque estaré con una energía limitada debido al desgaste que tengo por todo el malestar que siento.
El plantearnos que podemos cambiar nuestra actitud, nuestra forma de ver el mundo es un reto personal que conlleva esfuerzo, empeño y mucho tesón. Lo bueno es que no es imposible. Teniendo la ayuda de un buen profesional que nos ayude a contemplar nuestras creencias (entramado que conforma nuestra actitud ante la vida), revisarlas, actualizarlas, ponerlas en cuestión, nos permitirá realizar una transformación de dicho entramado, de ese conjunto de creencias que nos hace vivir la vida de una manera dolorosa, a otra más funcional.
Animarte a cambiar la actitud, animarte a cambiar ese conjunto de creencias que te atenaza y te hace sufrir la vida, es animarte a mejorar tu vida y tu estado de ánimo. Apuntarte a una mejora personal es conseguir un crecimiento personal.

26 de enero de 2012

¿A qué le tengo miedo?

¿Qué es lo que me produce miedo? ¿por qué a veces tengo miedo a cosas que no son objetivamente temibles?
Es normal tener miedo a ciertas situaciones, objetos, etcétera porque en nuestra información transmitida a través de la palabra, el aprendizaje vicario (lo que hemos visto que les ha ocurrido a otros) o el aprendizaje directo (nuestra propia experiencia) tenemos interiorizado que ponen en peligro nuestra integridad física, nuestra vida. El fuego, las fieras salvajes, las armas, nos suelen poner en alerta porque 'sabemos' que ponen en peligro nuestra integridad física. Por lo tanto vemos normal que se nos dispare el sistema nervioso y se nos precipite la respuesta de ataque o huida para ponernos a salvo.
El problema viene cuando esta misma respuesta aparece en situaciones que sabemos que no son amenazantes: conducir, andar por la calle, los perros, alejarnos de nuestra casa, la oscuridad... Cuando ante estas situaciones se nos dispara el sistema nervioso, no sentimos que objetivamente debamos tener miedo por lo que la explicación será que algo anda mal en mi. Las sensaciones físicas y psíquicas que acompañan a esa respuesta de ataque o huida se interpretan como síntomas, como la manifestación de algo que ocurre en nuestro interior. Entonces no sólo tendré miedo a esas situaciones sino también a las sensaciones que siento en mi cuerpo: tendré ansiedad por tener ansiedad. Aquí es donde se dará el 'círculo vicioso de la ansiedad', un aumento de la ansiedad por tener ansiedad, un miedo a sentir miedo. Un efecto multiplicativo de la ansiedad.
Es entonces donde por medio de la terapia se debe dar sentido a todo este proceso, romper el círculo vicioso y así irán remitiendo los síntomas, es decir, el sistema nervioso se irá calmando cuando entienda que no es necesario disparar la respuesta de ataque o huida porque realmente nuestra integridad física no se ve expuesta y no siento miedo ante los síntomas físicos que voy experimentando.

22 de enero de 2012

Cuando sientes, has pensado.

Tenemos la sensación que lo que sentimos viene de fuera de nosotros: el otro me pone nervioso, me enfada, me hace sentir mal, me agobia, me alegra, me hace feliz... No voy a negar que desde fuera nos vienen los estímulos que sentimos pero se necesita de nosotros para que ese estímulo se convierta en sensaciones. Tenemos que interpretar lo que vivimos para sentirlo. Sólo los arcos reflejos no necesitan de nuestra interpretación: un pellizco duele pensemos o no.
Cuando nos ocurre algo, vivimos algo, ahí está nuestra mente interpretando, sacando conclusiones, buscando en nuestra memoria experiencias anteriores, hablándonos sobre lo ocurrido o, más allá, de lo que ocurrirá. Y debido a todo este diálogo interior es por el que sentimos.
Ante un mismo hecho, si pensamos cosas diferentes, nuestro sentimiento será diferente. Ante un mismo suceso si hemos o no tenido experiencias previas, nuestros sentimientos serán diferentes.
Nuestra mente intenta ayudar; aunque a veces lejos de hacerlo, nos aturde, nos provoca tal cascada de malas sensaciones y sentimientos que nos paraliza. Su misión es ser rápida, acudir en nuestra ayuda al instante. Para ello ha ido realizando automatismos que agilizan su velocidad: cuando algo lo he vivido y repetido (de forma más o menos idéntica) la mente lo automatiza, lo registra de tal manera que sin parecer que pensamos, nos habla y de esa información sentimos, actuamos.
Pensemos en el acto de conducir: cuando somos novatos, la mente (la parte audible de nuestro cerebro) la oímos hablarnos, dándonos órdenes de qué debemos hacer para conducir correctamente. Este diálogo es de tal calibre que no podemos atender a otros estímulos: no escuchamos la radio, no vemos el paisaje, no podemos conversar con los otros pasajeros. Cuando este acto de conducir lo repetimos y repetimos, nuestra mente lo pasa a un automatismo, de tal manera que nos deja la mente (la zona audible de nuestro cerebro) libre para pensar en otras cosas que conducir, mirar el paisaje, conversar con los pasajeros, escuchar la música de nuestro equipo, sin que por ello nuestra conducción sufra ningún detrimento.
¿Cómo lo hace? Desde otra zona, más oculta, no audible, nos manda las instrucciones necesarias para que nuestra conducción sea eficaz. Por eso, a veces, llegamos a nuestro destino sin sentir que hemos conducido o no sabemos en qué marcha vamos si nos lo preguntaran.
Estos automatismos nos facilitan la vida, nos permiten no tener que estar en constante diálogo interior para saber qué hacer, cómo hacerlo y qué consecuencias tendrá. Nos libra de tener que ser conscientes de muchas actividades cotidianas: lavarnos los dientes, ducharnos, poner la cafetera, coger el ascensor, conducir, cerrar el gas, cerrar la puerta de casa, la del coche...
Pero por ese mismo sistema de automatizar series de pensamientos que nos llevan a realizar una acción o provocarnos una emoción y que agilizan nuestra vida, la mente también automatiza otros pensamientos que no facilitan nuestra vida, más bien nos la perjudican. La mente no tiene criterio para decidir qué es funcional o no para nuestras vidas: sólo siente que lo repite, por lo tanto decide ¡debe ser útil!
De esta forma se van integrando en nuestro repertorio de automatismos, redes de pensamientos (pensamientos enlazados) negativos (que nos provocan malestar) y que van a aparecer de forma automática (sin que medie nuestra voluntad) cada vez que la situación se parezca a aquellas que dieron origen al automatismo.
Hablaremos de estos pensamientos negativos y de qué podemos hacer con ellos en el próximo post.

16 de enero de 2012

La publicidad

Hoy es el día y este es el año que he decidido no publicitarme: ni Páginas Amarillas ni QDQ, ni papel ni nada por el estilo.
Llevo 22 años publicitándome en estos medios y rara vez me ha servido para aumentar mis consultas. Reconozco que es un medio para quien me busque me encuentre, pero dudo que alguien elija su psicólogo clínico, ante quien va a desnudar su alma, en una publicaciones como estas. Son medios útiles para buscar un electricista de urgencia, un técnico que repare algún electrodoméstico y dónde queda el taller más cercano. Pero cuando se trata de salud, el boca a boca y las recomendaciones siguen primando.
Se que tengo un poco abandonado el blog, pero este es el momento que retomo con energía renovada el seguir escribiendo. No se si temas teóricos o pasar más a reflexiones terapeúticas.
Espero que quien me busque me siga encontrando.
Saludos y hasta una nueva y pronta entrada.